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sábado, 15 de mayo de 2010

Recordando la “Ruta del Bakalao”.

 

VALENCIA | Un cuarto de siglo después

Las cenizas de la Ruta Destroy

  • ELMUNDO.es revive el fenómeno junto a tres disc-jockeys de la Ruta Destroy
  • Sonidos de importación, culto al baile, looks elegantes y estridentes...
  • ...sólo quedan reductos, salas que abren esporádicamente y bolos de dj's

Iván Pérez | Valencia – El Mundo -  viernes 14/05/2010

Vídeo (play): Iván Pérez | Rodrigo Terrasa

Tres de los gurús de la Ruta del Bakalao, Chimo Bayo, Charo Campillos y Kike Jaén, nos acompañan en el recorrido por lo que queda de aquel movimiento sociocultural sin precedentes en España. Visitando las cenizas de la Ruta revivimos momentos inolvidables de miles de españoles que hace un cuarto de siglo eran jóvenes y disfrutaban de los albores de la democracia.

Las ansias de libertad en tiempos de transición y los vacíos legales dieron rienda suelta al ocio nocturno en los últimos años setenta. Los empresarios vieron el filón que tenían ante sí y se lanzaron al ruedo en el contexto de la movida valenciana, no tan mediática como la madrileña pero cuanto menos igual de relevante. Se estaba gestando el fenómeno de la Ruta Destroy.

Sonidos de importación, culto al baile, looks elegantes y estridentes a la par heredados de la era punk. La Ruta fue mucho más que una fiesta superlativa. La moda, el diseño, la música... Había llegado el post-modernismo. La Banda de Gaal, La Morgue, Seguridad Social, Comité Cisne y Betty Troupe lideraron la movida, mientras Valencia se abría a sonidos no convencionales y muchos grupos extranjeros elegían la capital del Turia para iniciar sus giras españolas.

Las inquietudes musicales y culturales de una generación creativa en la que rivalizaban distintas tribus urbanas encajó sin problemas todo tipo de sonidos de vanguardia, desde el guitarreo británico hasta la música electrónica y la 'mákina', pasando por el pop-rock de Immaculate Fools, Simple Minds o Psychedelic Furs, los imprescindibles The Smiths, el rockabilly de Stray Cats y grupos alternativos por aquel entonces como Depeche Mode, U2 y The Cure.

Podríamos decir que todo empezó en una sala llamada Barraca, que abrió sus puertas en la década de los setenta en una de las típicas construcciones valencianas de madera, cañas y barro. El hedonismo, las performance y las actuaciones teatrales llenaron de color una de las primeras salas de España en las que aparecieron las drag-queens. Enterrada la fiebre del sábado noche, la 'Faraona', el sonido Valencia y la música barraquera estallaron al tiempo que nacía el nuevo fenómeno.

Nuevas salas empezaron a brotar en las principales arterias de la provincia para dar vida a la Ruta. A 200 metros de Barraca, en un antiguo almacén de arroz, abrió Chocolate, con los sonidos siniestros de Art of Noise, Sisters of Mercy, Anne Clark o Bauhaus, pinchados por Toni 'El gitano'. Más cerca de Valencia, en Pinedo, sobre los cimientos de San Francisco, nació Spook Factory, dedicada a niños pijos. Juanito Torpedo servía una música a caballo entre Barraca y Chocolate hasta que llegó Fran Leaners y su gran técnica en las mezclas, que convirtió a Spook en leyenda. Restos de guitarra, techno, mákina y grupos como Front 242, A Split Second o Nitzer Ebb convivían en la factoría de Pinedo.

Dos años más tarde explotaron otras dos salas míticas. Puzzle, la más moderna y estética de las discotecas de la Ruta Destroy, y Espiral, que saltó a la fama de la mano de Jesús Brisa en L'Eliana, apartada del recorrido litoral de los ruteros. La Ruta del Bakalao vivía su esplendor entre mediados de los ochenta y comienzos de los noventa.

Nuevas salas como Templo, Arsenal, Heaven, Zona, ACTV o NOD, disc-jockeys como Vicente Mafia, Luis Bonías, Kike Jaén, Arturo Roger, Josel, Manolo el 'Machaca' o Chimo Bayo, emisoras piratas como Radio Klara y la cultura del parking -versión refinada del actual botellón-, sembraron el origen nacional de lo que hoy se conoce como 'Clubbing', forma de vida nocturna concebida en Manchester a principios de los ochenta.

El recorrido de los ruteros presentaba múltiples alternativas. Discotecas como ACTV y NOD recogían a la gente que salía de Barraca, Chocolate, Puzzle o Espiral. Las sesiones de ACTV, en la playa de la capital, se prolongaban hasta las siete de la mañana del lunes, y la fiesta aún podía continuar en salas como Zona, que invitaba a empezar la semana de la misma forma que se acababa.

La Ruta Destroy tiene algunos reductos, salas que abren esporádicamente y dj's que hacen algún que otro bolo por la zona, sesiones remembers incluidas, pero ya no hay rastro de los templos, todo está en cenizas. Kike Jaén, que se dedica actualmente a su estudio de fotografía industrial, comenta que los auténticos ruteros "odian el remember comercial" de los José Coll y Raúl Platero. Anhelan una época de culto a la música, un momento histórico que no volverá.

Estos jóvenes de antaño, hoy cuarentones, contactan en grupos de Facebook y se juntan los fines de semana en algún local de copas en el que pueden escuchar temas selectos. No les basta con una rareza de The Cult, por ejemplo; buscan la edición especial de la rareza, sólo editada al otro lado del charco.

La fiesta ya no es lo que era. Las discotecas regalan consoladores y condones, operaciones de pecho y bonos de estética para a traer a los jóvenes, los ayuntamientos debaten en sesión plenaria la instalación de botellódromos en terreno municipal y las ZAS se imponen a los intereses de los hosteleros nocturnos, que no tienen una ruta a la que emigrar. El culto a la música ha dado paso al culto al cuerpo. Las cenizas de la Ruta del Bakalao dan fe de ello.

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