NUEVO: REVISION 2013 MAPA RUIDOS CASTELLON

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domingo, 28 de junio de 2009

Ese insufrible ruido

 

¿En qué momento de su tradición permitimos que Sant Joan se convirtiera en una orgía de ruido?

La Vanguardia - Pilar Rahola | 26/06/2009 | 

He esperado a que pasara la verbena porque un artículo como este, probablemente impopular, merecía una reflexión posterior. Aquello de no pensar en caliente y..., sobre todo, no escribir en caliente. Pasada, pues, la borrachera de ruido, inundación playera, con alcohol de garrafa incluido, y la ingesta masiva de cocas de calidad más o menos cuestionable, es tiempo de hacer algunas antipáticas reflexiones, especialmente vinculadas al ruido. Es cierto que Sant Joan es una fiesta mediterránea, en la que impera la juerga, el fuego y la noche. Y también lo es que se trata de una antigua tradición, vinculada a la magia y al misterio de los tiempos paganos, cuando los dioses no vestían de dogma cristiano. En el disco duro de mi memoria conservo grandes verbenas de barrio, con las hogueras de los muebles viejos ardiendo al son de las mesas puestas en la calle, mientras los vecinos ponían al día sus muchas cuitas. Verbenas animadas, robadas a los tiempos de las pocas alegrías, de esos tiempos grises del franquismo.

Desde luego, estoy segura de que Sant Joan es una fiesta nocturna, alegre, joven, gamberra, y, en algún momento, hasta liberadora. Sin embargo...


Sin embargo, ¿no está derivando hacia una fiesta algo pesada? ¿En qué momento de su larga tradición hemos permitido que Sant Joan se convirtiera en una orgía de ruido imposible, que revienta los tímpanos del personal, como si ensordecer furiosamente al muy respetable tuviera algo que ver con la diversión? Sinceramente, nunca he entendido la excitación que produce, a mucha gente, hacer ruido. Y menos entiendo que ese ruido tenga que ser de tal magnitud, que pareciera que Zeus nos ha enviado la furia de sus rayos, y nos ha declarado la guerra. Miles de niños con papás incluidos, a petardo por minuto. Miles de jóvenes comprando el más grande, el más estruendoso, el más insufrible.


Miles de todos, apuntándose a la marea de convertir al mundo en algo más sordo, convencidos de que esa es la diversión que toca. Si añadimos el problema, cada vez más grave, del alcoholismo juvenil, tenemos una masa de gente joven que cree, o le han hecho creer, que divertirse es emborracharse - baratoymal-y ensorceder al vecino. Y por el camino, parte de la magia de la fiesta ha desaparecido. Continúa siendo familiar, vecinal, alegre, nocturna y mediterránea. Pero empieza a ser, también, una fiesta insufrible.


Vuelvo al ruido. ¿Por qué gusta el ruido a la gente? ¿Por qué hay quien cree que cuanto más ruido más diversión? El silencio nos da tanto miedo, que hoy en día, hasta aplaudimos en los entierros. Y, por supuesto, no podemos ir a comprar unos vaqueros, que no nos destrocen los tímpanos con ruidos infernales, que algunos llaman música. Ruido, ruido, ruido.
¿Será que cuanto más ruido hacemos, menos solos nos sentimos?

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