Se ha publicado un informe científico que demuestra que los cocineros de los aviones no son tan malos como parece. El problema del mal gusto de las comidas está relacionado con el ruido que soportamos dentro de la cabina. Algo parecido les ocurre a los astronautas de la NASA. Ellos reciben un tipo de alimento muy fuerte de gusto, para compensar la pérdida de sabor.
Acústicaweb - 28 de Noviembre de 2010
La investigación muestra como el tipo de ruido que tenemos en el interior del avión afecta a nuestras papilas gustativas, reduciendo nuestro sentido de la salinidad y la dulzura y el aumento del crujiente. El hallazgo podría explicar por qué hasta el más tentador olor de las comidas durante un vuelo, tiene un gusto suave y la textura de cartón.
Para el experimento se utilizaron a 48 comensales que fueron alimentados con los ojos vendados. Se les dio todo tipo de alimentos: dulces, como galletas o los salados como las patatas fritas, mientras escuchaban el silencio o se les ponía ruido blanco a través de auriculares. Cada voluntario clasificaba a los alimentos por su sabor. Los alimentos que se tomaron escuchando con ruido se clasificaron con menor puntuación en la escala de salado o dulce y además fueron percibidos como más crujientes.
Descubrieron que cuanto más ruído hay más difícil es apreciar los sabores, sin embargo lo que es crujiente lo es más. Esto se debe a que cuando hay ruído en el ambiente la persona presta menos atención al sabor debido al ruído del ambiente. De esta misma forma, afirma que los restaurantes que van a servir ensalada crujiente pueden poner la música más alta, a la vez que los locales que ofrecen platos salados pueden bajar el volumen (en este caso espara reducir la necesidad de echar más sal en la comida).
Las pruebas parecen indicar que cuando comemos con un ruido de fondo alto, nuestro cerebro está con la atención hacia él y nos alejos de la percepción del alimento. El contraste entre el placer de comer y la tensión de audiencia a varios sonidos de a bordo, también puede contribuir a que los pasajeros pierdan su sentido del gusto. Comer afecta al gusto y el olfacto, con lo que involucrar a dos sentidos son demasiados cuando también existe información acústica que procesar.
El estudio también mostró, quizás menos sorprendentemente, que escuchar sonidos agradables también influye en el apetito. Nos hace mejorar el goce de lo que estamos comiendo. O sea ruido = mal gusto y buena música = buen gusto.
Este estudio se ha publicado en el journal Food Quality and Preference. Pero sigo esperando a que alguien haga un estudio de la comida de los hospitales ¿Por qué tiene que ser tan mala?
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