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viernes, 21 de enero de 2011

El botellón a debate

Diario de Mallorca – jueves 20 de enero de 2011:

(1) Un espacio para el botellón. acceder

´El botellódromo me parece una tontería´

(2) Un estudio revela que el consumo de alcohol en la calle ha disminuido cinco puntos con respecto a 2006. acceder

Rompiendo mitos: los jóvenes de Balears son los que menos practican el botellón

(3) El botellón a debate

Amigos y alcohol ¿Combinación perfecta?


Son los dos ingredientes imprescindibles en cualquier botellón. Los jóvenes mallorquines, que dedican buena parte de su tiempo libre a esta actividad, ven más ventajas que inconvenientes en una práctica que cada fin de semana llena calles y plazas                  

image El paseo Marítimo es uno de los lugares habituales de botellón.  J. Mateu
 

Diario de Mallorca - JAUME MATEU. PALMA

Una sonrisa burlona recorre la cara de un grupo de jóvenes sentados en un banco en la plaza del Tub de Palma cuando el periodista les lanza la pregunta: ¿Qué opináis del botellón? Se miran con complicidad, y uno afirma: "Solo es una manera de pasar el rato, nos divertimos con los amigos, nada más".


En realidad, no es solo "nada más". Es "algo más", porque las cifras son contundentes. Uno de los últimos estudios presentados recientemente por la Fundació Gadeso revela que el botellón es la principal forma de ocio para el 80% de los jóvenes de entre 17 y 20 años , aunque el inicio en esta "actividad social" se produce en muchos casos a edades más tempranas.


El grupo de jóvenes de la plaza del Tub tiene entre 15 y 16 años, van al instituto y afirman que "casi todos los fines de semana" se reúnen con sus amigos y comparten botellón en algún punto de la ciudad, "en el Marítim o en cualquier otro sitio con gente", explica uno de ellos.


Amigos y alcohol en algún espacio al aire libre son los ingredientes básicos de todo botellón, aunque los llamados macrobotellones, que reúnen a centenares o miles de personas y que han centrado la atención social y de los medios en los últimos tiempos, se han convertido también en un problema social para el resto de ciudadanos y para las administraciones.


No obstante, los menores que encontramos rompen tópicos. Uno de ellos dice que no le gustan los macrobotellones: "Tanta gente junta me agobia. A veces vamos a casa de algún amigo a hacer el botellón y somos pocos, con más intimidad", explica.

Una actividad social
El botellón no puede comprenderse si obviamos su aspecto social. En los grandes botellones, además de alcohol, también juegan un papel primordial las relaciones sociales que se establecen entre los jóvenes. Conocer gente, escuchar música y hablar con amigos y conocidos son inseparables de cualquier botellón que se precie.
Pero, ¿por qué el botellón centra el ocio de los jóvenes? La respuesta vuelve a ser los amigos: "Hablamos de nuestras cosas, de lo que nos preocupa, de la vida...", explican. Lo que los defensores del botellón no mencionan en sus reflexiones son los aspectos más polémicos de las concentraciones, que han provocado el rechazo de parte de la sociedad. Todo botellón urbano provoca conflictos con los vecinos, que sufren ruidos y toneladas de basura acumulada en las calles.


Los jóvenes no lo justifican, aunque tampoco lo condenan ni les molesta. La explicación tiene forma de pregunta: "¿Qué quieres que hagamos? Las discotecas son caras y no tenemos dinero para ir a restaurantes ni nada de eso".


Nuestro cuestionario a este grupo de jóvenes ha atraído el interés de otros menores que pasan la tarde en la plaza. Se organiza un debate con una quincena de participantes, hombres y mujeres. Tienen entre 14 y 16 años y la mayoría de ellos dice haber participado recientemente en algún botellón. Sólo tres aseguran que no han ido nunca.


¿Y sus familias, lo saben? Algunas sí y otras no. Unas piensan que sus hijos están con los amigos, en el cine o paseando, aunque la mayoría asegura que lo saben porque, al fin y al cabo, "¿qué van a hacer? No nos lo pueden impedir", dice una joven. Otro afirma que "a mí lo único que me dicen es que vaya con cuidado y no haga trastadas como subir a un coche con alguien que haya bebido".

Gente de todas las edades
"¿Crees que solo vamos los jóvenes? Paséate un día por allí y verás a gente que podría ser mi madre?", señala un menor que se autodefine como "experto en botellones". "Todo un doctor", matiza un compañero.


No les falta razón. Aunque los jóvenes son los principales participantes en botellones, los datos indican que estos reúnen cada vez a más gente de edades y procedencias distintas. Otro de los reunidos en la charla propone: "Habla con los que van a la Universidad y verás. Nosotros vamos a pie, pero ellos colapsan el paseo Marítimo con sus coches".
Les hacemos caso y nos dirigimos al campus de la UIB. Sentados en la terraza de un bar están María, Pere y Ramon, que se toman un descanso entre clase y clase. Pere abre el fuego con timidez: "Bueno, a veces he ido..." "Yo a Palma no he ido, pero sí que he hecho botellón en alguna verbena de pueblos en verano. Ahora no, hace demasiado frío...", apunta María.


La opinión sobre el botellón ¿cambia con la edad? En esencia, no demasiado. El argumento económico es el mismo: "Estamos en crisis y es más barato comprar alcohol en cualquier supermercado que ir a otro sitio donde te clavan cinco o diez euros sólo por entrar", dice Ramon, que se confiesa asistente habitual a botellones, sobre todo en verano y también en fiestas populares. Dice que lo hace también por comodidad: "Cuando vas a una verbena o a un concierto es más fácil y barato llevar la bebida que tener que comprarla allí y hacer cola".


Como ocurría con los estudiantes de secundaria, el argumento de estar con los amigos juega también un papel fundamental en el botellón. Lluís, otro universitario, afirma que "se le da demasiada importancia al tema del alcohol, lo que cuenta más en un botellón es que uno se divierte y está a gusto con sus amigos".


Además, continúa este mismo estudiante, "no creo que los botellones molesten tanto, al menos a los que yo voy. En las verbenas de los pueblos ya hay ruido y suciedad toda la noche".

¿Un problema social?
Al contrario de lo que opinan entidades y vecinos que sufren desde hace tiempo los problemas derivados del botellón, los jóvenes consultados no piensan que la actividad pueda considerarse un problema social.


Sólo un universitario de 23 años admite que "cada vez va gente más joven. Si a mí a se me hubiese ocurrido ir a un botellón con 13 o 14 años y mis padres lo hubiesen descubierto, no sé ni quiero saber qué me hubiese pasado, pero nada bueno".


¿Deben las administraciones tomar medidas para frenar o minimizar el botellón? La respuesta mayoritaria de los jóvenes es que no. "Creo que hay cosas más importantes en las que pensar, especialmente en estos momentos de crisis. Al fin y al cabo, esto del botellón, se pasa con los años", afirma María.


Ocio y convivencia con los amigos, con el alcohol como protagonista imprescindible, configuran las bases de este fenómeno social que invade calles y plazas de ciudades y de pueblos de Mallorca cada fin de semana y empaña muchas fiestas populares veraniegas.


Los jóvenes no lo consideran un problema, aunque algunos sí que visualizan y en ocasiones comprenden las molestias que estas reuniones multitudinarias pueden causar a vecinos y ciudadanos.


Con los datos sobre la mesa, no se vislumbra una solución satisfactoria para todos los implicados, aunque sí posibles líneas de actuación para comprender y atajar algunos de sus aspectos más polémicos.

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