Con el fin de semana llegó la masificación a Pamplona, y aumentó la sensación de que cada vez son más los que consumen lo que traen y duermen en sus coches
Diario Vasco - 10.07.11 - CRISTINA AGUINAGA | PAMPLONA
Vídeo: dormir en Pamplona durante una noche de sanfermines
Son muchos los que llegan a Pamplona con el maletero cargado de bebida y comida
La prohibición de llevar vidrio al chupinazo ha provocado una especie de 'renacer' de la bota
En unos tiempos en los que las redes sociales acercan la imagen de la fiesta en cualquier momento y a cualquier lugar, ya casi nadie se sorprende de lo que está sucediendo en las fiestas de San Fermín. Ayer se sucedieron imágenes en las que, a distintas horas de la mañana y de la tarde, el ambiente festivo era tal que recordaba a la mañana del seis de julio, cuando la inminencia de la fiesta desata el entusiasmo. Un entusiasmo, por supuesto, bien regado.
A las diez de la mañana en Mercaderes o a las cinco de la tarde frente al Ayuntamiento, grupos animados por el ambiente y por la bebida cantaban y bailaban. Yeso que, al menos por la tarde, el calor y el sol eran notables en Pamplona e invitaban, en otras circunstancias, al descanso.
En una ciudad que presume de ofrecer 24 horas continuas de fiesta a quienes la visitan, son muchos los que se lo toman al pie de la letra. Después de recibir el viernes a un sinfín de visitantes, ayer durante todo el día fue llegado más gente por carretera y por tren. El fin de semana es aprovechado por visitantes de muchas provincias, pero especialmente por guipuzcoanos que, en autobús o en vehículos particulares, hacen notar su presencia. El euskera era ayer una de las lenguas más escuchadas, junto al francés e inglés de muchos 'guiris' que todavía se dejan sentir. «Al menos ellos vienen en autobús con lo puesto y no con el maletero lleno de provisiones, como otros. Por lo menos, algo consumirán y dejarán en Pamplona», decían respecto a los guipuzcoanos unos jubilados cerca de la estación de autobuses
Un paseo por la calle Estafeta, a pocas horas de que toros y corredores hubieran pasado por allí, evocaba escenas más propias de una noche de juerga. El suelo estaba sucio y pegajoso a pesar de la limpieza llevada a cabo para la carrera. Muchos grupos daban cuenta de sus cubatas y sus katxis mientras los repartidores reponían a los bares y las familias vivían el ambiente festivo. Eso sí, a pesar del aparente 'todo vale' que reina en sanfermines, la mayoría cumplía la ley antitabaco y daba cuenta de cigarrillos y puros en la puerta de los bares.
Faltaba poco para el mediodía, y la escena la completaba una cuadrilla de despedida de soltero con vistosas camisetas con mensajes alusivos al entrenador del Real Madrid. «¿Por qué?», preguntaban grupos de retirada, delatados por el atuendo sucio tras una noche sanferminera, y otros recién llegados, con chanclas y todavía sin pisotones. Por si acaso, las tiendas que venden souvenirs, semivacías, ofrecían atuendos completos por 19 euros.
Al centro, ya bebidos
Esas y otras muchas escenas similares intensifican la sensación de que, para muchos, los sanfermines se han convertido en un botellón continuo y de que sólo 'los chinos' mantienen el negocio... Aparcamientos, jardines y plazas sirven a muchos para comer, dormir y, sobre todo, beber antes de acercarse al centro de la ciudad. El 'espectáculo' podía verse desde el camping de Ezkaba hasta plazas de barrios como la Chantrea, la Rochapea, Iturrama, San Juan e incluso en localidades próximas a Pamplona.
La situación no es nueva, pero las toneladas de basura desperdigadas por cualquier rincón llamaban la atención a sanfermineros que cuentan por lustros sus visitas. Con todo, los trabajadores de los bares reconocen que las consumiciones son algo más numerosas que el año pasado, reconociendo, en la mayoría de los casos, que han mantenido los precios de 2010. Por un vaso de cerveza, servido en plástico, se cobraban 2,30 euros, y por un combinado seis. Así era fácil imaginar que era cierta la media calculada por algunos medios de comunicación.: «Una jornada de fiesta supone una media de 150 euros», aseguraban.
Las asociaciones de hostelería sostienen que, además, la ocupación era del 90% hasta hoy, y que las reservas descendían para el resto de la semana. Mientras, los camping de pueblos próximos o algo más alejados de la capital navarra también permanecían llenos «en su mayoría de extranjeros», hasta hoy.
Pese a a los cambios en algunas costumbres, otras se mantienen invariables año tras año. Los sanfermines siguen siendo las fiestas desde las que se exportan algunas de las atracciones que luego causan furor en lo que queda de verano. Y este año son dos las que más han proliferado. Por un lado, las pistolas para disparar burbujas de jabón, que lo mismo sirven para niños que para mayores. Por otro, y más en horas nocturnas y en momentos como los fuegos artificiales, tiene muy buena venta un dispositivo que lanza una pieza iluminada.
En este año, en el que se ha prohibido llevar vidrio al chupinazo, se ha vivido una especie de renacer de la tradicional bota de vino. Los puestos las ofrecen para vender de diferente tamaño y estos días cuelgan, en variados estados, de los hombros de muchos visitantes en Pamplona. Extranjeros en su mayoría.
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