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sábado, 16 de abril de 2011

El botellón

OPINIÓN  - LA MIRADA DE CLÍO
El Imparcial - 15-04-2011

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La reciente invasión de la bella población catalana de Salou por parte de centenares de estudiantes ingleses que acuden allí todos los años para celebrar la primavera ha puesto de nuevo sobre el tapete el debate sobre los excesos de una determinada juventud de nuestros días. En algunas ciudades españolas, el problema del “botellón”, o de la “botellona”, se ha convertido, además de en una cuestión de orden público, en una seria amenaza para la salud de los participantes en estos festejos a causa de su descontrolado consumo de alcohol y las consecuencias que a veces trae consigo. En Sevilla se produjo recientemente la muerte de un joven, acuchillado en una reyerta producida en el curso de un “macrobotellón” al que asistían miles de personas.

El origen de estas celebraciones se sitúa siempre en nuestro país, en el que el buen clima y la sociabilidad callejera parece que invita y atrae a este tipo de prácticas. Pero su popularidad parece que ya ha traspasado nuestras fronteras. No solo acuden aquí jóvenes de otros países, sino que las reuniones multitudinarias para consumo desmedido de alcohol en plena calle se producen ya en otras latitudes. Me sorprendió hace pocos años leer en un periódico de Ginebra la noticia de la prohibición del “botellón” —así, con esta palabra en español- y la polémica que desataba la medida frente a la mayor permisividad que la vecina ciudad de Lausanne mantenía para los que practicaban esta costumbre. Incluso a Suiza, país con la sociedad más tranquila, ordenada, responsable y cumplidora, había llegado la moda española del “botellón”.

Hasta estos momentos, los españoles habíamos exportado a otros países diferentes productos y costumbres y en el siglo XIX nuestro idioma había contribuido al lenguaje universal con palabras como “guerrilla”, “liberal”,o “pronunciamiento”. Ahora , aunque no se exactamente si podemos enorgullecernos de ello, también hemos aportado la palabra “botellón” y, naturalmente, también su práctica. La Tribune de Genève , al dar esa noticia, se mostraba bastante desconcertada sobre la forma de cortar una costumbre importada de la exótica España que amenazaba con romper el tradicional sosiego de su forma de vida urbana. No tengo noticias de si allí se ha encontrado la solución. En España, parece que resulta muy difícil encarar el problema. Las autoridades se desentienden en la mayor parte de los casos, mientras que los sufridos vecinos soportan los ruidos, los desmadres y la acumulación de basuras y de restos de las orgías que se producen en su ciudad cada fin de semana y hasta altas horas de la madrugada. Prohibición, prevención o liberalización, eran las alternativas que manejaba el periódico suizo. Lo que no es presentable es la inhibición de quienes tienen que velar por la salud pública y por el derecho al descanso de la ciudadanía, como ocurre con tanta frecuencia en nuestras ciudades.

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