Impresiones
De repente
JOSÉ GARRIDO
De repente ´las dos españas´ desaparecieron. Debajo de la superficie de los adolescentes del botellón emergió la proa de una generación que llamaban perdida y todo cambió. Una generación forjada en el esfuerzo sin recompensa que entiende que las revoluciones se pueden hacer sin puños y sin pistolas y que dejan claro que no son ni rojos ni azules. Que reivindican con voz propia un lugar al sol en el país donde nacieron y quieren vivir. Con cientos de eslóganes brillantes y creativos como bandera de su protesta, han mandado al baúl de los recuerdos las banderolas, las vallas, la televisión y los mítines junto a las caducas frases de campaña de los grandes partidos, cocinadas por supuestos genios de la comunicación, tan pasados de moda como sus clientes.
Y al abrigo de esa fuerza, surgida de una generación de jóvenes hartos de estar hartos, se han sumado ciudadanos de todas las edades, de todas las condiciones y tendencias políticas. Calificar este movimiento de izquierdas sería un reduccionismo insensato y miope. Es mucho más que eso. Es el grito de una sociedad civil que creíamos muerta y que no forman parte del clientelismo de los dos únicos partidos que parten y reparten en los Gobiernos nacionales y autonómicos. Partidos que castigan permanentemente el talento y cierran el paso a todos aquellos que tienen cosas que aportar.
Un país que se mueve estructuralmente de esa manera es un país condenado a estar siempre en la segunda división de la liga mundial. A pesar de las proclamas triunfalistas de que estamos en la Champion, los que vivimos la calle, pie a tierra, sabemos que no es así. Es la infantería la que conquista al final los territorios y no la aviación, también en la guerra de los derechos ciudadanos. Y la infantería ha llegado de repente cogiendo a todos por sorpresa. Y a su paso, como un nuevo ejército de Espartaco, se van agregando los que antes guardaban silencio. Sin armas y sin violencia. La fuerza de la razón contra la razón de la fuerza.
Los analistas políticos han sido cogidos por sorpresa y las opiniones sobre el fenómeno se multiplican. Muchos de ellos opinan que deberían constituirse en un partido político sin caer en la cuenta de que este movimiento no tiene esa vocación. Lo único que quieren es ser escuchados y sus reivindicaciones atendidas y ésa sí que es tarea de los partidos políticos. Si estos tienen la sensibilidad suficiente, esta bautizada Spanish Revolution en medio mundo, habrá valido la pena. Si los políticos profesionales hacen oídos sordos a este grito que ya se extiende por todos los confines de Occidente, entonces estaremos con todos los que opinan que el futuro de este movimiento será impredecible. Porque la generación más preparada de la historia de España ha salido, de repente, del armario y no parece dispuesta a marcharse pasado mañana.
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